Lee la historia
La televisión está encendida. “Hoy, en ‘El show de Patricia’, entrevistaremos a tres personas que nos contarán las más increíbles (algunos dirían ‘imposibles de creer’) historias de pesca.”
La anfitriona del programa sonríe a la cámara mientras suena la cortina musical y el público aplaude con entusiasmo. Patricia avanza por el pasillo y sube los tres escalones hacia la plataforma, donde un hombre fornido de barba rojiza está sentado, bastante incómodo, en una silla de respaldo recto.
“¡Bienvenido a ‘El show de Patricia’!” saluda ella.
El hombre asiente y sonríe tímidamente.
“Nuestro primer invitado de hoy es Pedro,” le informa Patricia al público, “un hombre que dice que ha participado de un evento... milagroso.” La conductora se cruza de brazos y mira nuevamente al hombre. “Cuéntenos lo que sucedió.”
“Oh, bueno, fue una de las muchas cosas maravillosas que sucedían en aquellos días”, comienza el hombre, acariciando su barba con dedos deformados por el trabajo. “Eramos seis o siete pescadores que estábamos en mi barca en Cineret...”
“¿Cineret?” pregunta Patricia.
“Sí, es... es otro de los nombres que se le dan al Mar de Galilea”, dice el hombre, sonriendo avergonzado, y continúa: “Bueno, habíamos estado trabajando toda la noche sin pescar nada más que un buen resfriado, cuando vimos a un hombre preparando un fueguito cerca de la orilla. Nos hizo señas y preguntó: ‘¿Pescaron algo?’ Le dijimos que no, y él dijo: ‘Echen las redes al costado derecho del bote y encontrarán pescado’.”
Patricia contiene un bostezo y le hace señas al hombre para que continúe.
“Bueno, mire,” dice Pedro, “fue algo extraño, porque siempre pescamos a babor.”
“¿Y eso vendría a ser a la izquierda?”
“Izquierda, sí. Pero hicimos lo que el hombre nos decía, y echamos la red sobre la derecha.”
“¿Y qué sucedió entonces?”
“Así nomás,” (y chasqueó los dedos) “la red se llenó de peces como si fuera un concierto de los Rolling Stones. Estaba tan llena que no podíamos ni siquiera subirla al barco. Era totalmente increíble, ¡como si todos los peces del lago hubieran decidido meterse en la red! Entonces Juan, que estaba trabajando conmigo en el barco, me tomó del brazo y me dijo: ‘¡Es el Señor!’”
“¿Que sería... quién?”
“Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios viviente”, dice Pedro enfáticamente.
“¿Y qué hizo usted entonces?” pregunta Patricia.
“Yo me puse mi camisa, me metí en el agua y fui hacia la orilla, donde Jesús nos esperaba”, sonríe ampliamente el hombre. “Contamos los pescados. Había 153 pescados muy grandes en la red; ni siquiera uno para desperdiciar; la pesca más impresionante que he visto en mi vida. Es un milagro que no se rompiera la red.”
“¡Santa caballa!”, sonríe Patricia mirando a cámara. “Gracias por su historia de pesca, Pedro. Después de estos comerciales, escucharemos a nuestro próximo invitado, un hombre que dice tener pruebas de que el monstruo del lago Ness ha sido raptado por extraterrestres... ¡No se pierdan el próximo bloque de ‘El show de Patricia’!”
La historia de Pedro es algo más que un cuento de pescadores increíble; es una ilustración de las recompensas que muchas veces se obtienen en la vida vertical. Por supuesto, vivir en sentido vertical no te garantiza que ganarás el próximo concurso de pesca auspiciado por la pescadería “El salmón agradecido”. Pero así como las palabras de Jesús produjeron inesperados y abundantes resultados esa noche en el Mar de Galilea, la vida vertical puede producir una nueva vitalidad y victoria en la vida de un creyente.
La vida vertical hizo posible que el apóstol Pablo superara naufragios, enfermedades, pedreadas y prisiones, y que se convirtiera en el mayor evangelista y plantador de iglesias jamás conocido.
La vida vertical hizo posible que Samuel Logan Brengle sobreviviera a los efectos casi mortales de un ladrillazo que un alborotador le lanzó a la cabeza, y le permitió no sólo perdonar a su atacante, sino utilizar el período de recuperación para escribir la primera de sus ocho obras clásicas sobre la vida de santidad. Brengle guardó el “arma”, argumentando que de no haber existido ese ladrillo, no habría existido su libro.
La vida vertical permitió que A.B. Simpson soportara la decepción de perder su pastorado en la Iglesia Presbiteriana de la calle 13 de Nueva York sin amargura ni resentimiento. Le permitió, además, establecer el Gospel Tabernacle de Nueva York, dos hogares para albergue, una revista misionera, una editorial y librería, un centro de capacitación de misioneros, un orfanato y una organización que sería conocida como la Alianza Cristiana y Misionera.
Entre las recompensas de la vida vertical se encuentran los abundantes hechos inesperados que ocurren en la vida de un cristiano que sigue a Jesús en cada paso del camino, que está sintonizado con su voz, atento a su Palabra y sensible a su voluntad. El Señor puede hacer muchas cosas grandes y poderosas a través de un hombre o una mujer así; ellos probarán que las palabras de Pablo son ciertas: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).
En tus propias palabras
Tómate unos pocos minutos para confirmar el mensaje de este capítulo completando lo siguiente:
• Lee Romanos 8:35-39. El versículo 37 de ese capítulo dice que “somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó” (énfasis agregado). ¿Alguna vez te sientes más que vencedor sobre las circunstancias que rodean tu vida?
__Sí
__No
__Algunas veces
• ¿Has experimentado resultados abundantes e inesperados de tu relación con Jesucristo? De ser así, ¿en qué consistieron?
• Tómate unos momentos para leer nuevamente Romanos 8:35-39, sólo que esta vez, usándolos como modelo para tu oración (por ejemplo, podrías orar diciendo: “Padre, no me siento como ‘más que vencedor’, pero tu Palabra dice que lo soy. Que tu Hijo viva su vida en mí, para que ni la vida ni la muerte...”, etc.)